jueves, 9 de enero de 2020

(77) Felipe II el Augusto, rey de Francia

Felipe II de Francia, llamado "El Augusto" (Gonesse, 21 de agosto de 1165 – Mantes-la-Jolie, 14 de julio de 1223), fue el séptimo rey de la dinastía de los Capetos, hijo y heredero de Luis VII de Francia el Joven y de Adela de Champaña. Ocupó el trono de Francia entre 1180 y 1223.

Felipe Augusto es uno de los monarcas más admirados y estudiados de la Francia medieval no sólo en razón de su largo reinado, sino también por sus importantes victorias militares y, sobre todo, por el desarrollo de los proyectos llevados a cabo para asegurar el poder real frente a los grandes señores feudales.

Comienzos del reinado

El nacimiento de Felipe Augusto en 1165 fue acogido como un milagro por la familia real. Luis VII esperó cerca de treinta años un heredero y fue su tercera esposa, Adela de Champaña, la que le dio el hijo tan esperado. Una espera que le valió a Felipe II el sobrenombre de Dieudonné (de Dios donado).

Consagración    

Felipe II fue consagrado como rex designatus a los 14 años, en 1179. La ceremonia de la consagración, no obstante, tuvo que aplazarse: víctima de un accidente de caza, la vida del joven príncipe estaba en peligro. Tal gravedad fue motivo suficiente como para que Luis VII se desplazase, pese a lo delicado de su salud, a descansar sobre la tumba de Tomás Becket, el arzobispo de Canterbury muerto en 1170. Felipe Augusto fue consagrado, finalmente, en Reims por su tío el arzobispo Guillermo de Blois el 1 de noviembre de 1179. Luis VII, su padre, murió el 18 de septiembre de 1180. Felipe Augusto, rey de Francia, tenía sólo quince años.
Una de las primeras decisiones que tomó Felipe Augusto fue la de expulsar, en abril de 1182, a los judíos y confiscar todos sus bienes, una decisión que rompía con la protección acordada por Luis VII. El motivo oficial designaba a los judíos como responsables de diversas calamidades, pero el motivo real era el de reforzar, sobre todo, a las casas reales, una decisión sin duda temeraria al comienzo de su reinado. Estas medidas no duraron mucho: la interdicción del territorio, por entonces difícil de hacer respetar, terminó en 1198 y la actitud conciliadora de Luis VII volvió a imponerse como norma.

Rivalidades de poder    

Consciente de la debilidad del poder real, Felipe Augusto supo ponerse rápidamente a la altura de las circunstancias. Su matrimonio con Isabel de Henao en 1180 le aportó como dote el Artois y, en junio de ese mismo año, tres meses antes de la muerte de su padre, firmó el tratado de Gisors con Enrique II de Inglaterra. Dos acontecimientos que vinieron a reforzar la posición del joven rey frente a las casas de Flandes y de Champaña.
En 1181, el conflicto con los barones dirigido por Felipe de Alsacia, conde de Flandes, se reavivó. Felipe Augusto consiguió paralizar sus pretensiones lorompiendo las alianzas que mantenía con el duque de Brabante y con el arzobispo de Colonia. En julio de 1185, el tratado de Boves confirmó al rey la posesión de Vermandois, Artois y Amiénois.

Los Plantagenet eran otra de las mayores preocupaciones de Felipe Augusto. Las posesiones de Enrique II de Inglaterra y duque de Anjou comprendían Normandía, Vexin y Bretaña. 
Tras dos años de guerrear (1186-1188), la situación no terminaba de definirse. Felipe II intentó aprovecharse de la rivalidad existente entre los dos hijos del rey de Inglaterra: Ricardo Corazón de León, con el que se había aliado, y Juan sin Tierra. Finalmente, se negoció una paz de statu quo cuando el papa Gregorio VIII llamó a las cruzadas tras la toma de Jerusalén por parte de Saladino en 1187. La muerte de Enrique II en julio de 1189 cerró este episodio. La partida hacia Tierra Santa era prioritaria.
La tercera Cruzada y la rivalidad con Ricardo I de Inglaterra (1190-1199)

Felipe Augusto y Ricardo partieron juntos para la Tercera Cruzada con la mayor parte de los varones de Francia. Felipe desde Génova y Ricardo desde Marsella embarcaron cuando finalizaba el verano de 1190, fueron sorprendidos por las temporales invernales del Mediterráneo y tuvieron que detenerse durante varios meses en Mesina, Sicilia. Allí, la rivalidad latente entre ambos reyes se hizo patente con motivo de los proyectos matrimoniales de Ricardo, que rompió su promesa de matrimonio con Alix, hermanastra de Felipe, para comprometerse con Berenguela de Navarra. Felipe Augusto abandonó Mesina en cuanto pudo, el 30 de marzo de 1191.

Felipe Augusto llegó a Acre el 20 de abril de 1191 y participó en el asedio de la ciudad en manos de los musulmanes. Ricardo llegó en junio tras pasar por Chipre; el refuerzo inglés fue bien recibido pero las querellas entre ambos reyes surgieron de inmediato. Para agravar la situación, los dos se vieron afectados por la alopecia: atacados por altísimas fiebres perdieron los cabellos y las uñas. Felipe Augusto perdió también la visión de uno de sus ojos. A pesar de todo, las operaciones militares continuaron. Los franceses consiguieron atravesar por primera vez los muros de Acre el 3 de julio, pero sin éxito alguno; después fracasaron también los ingleses. Debilitados, los asediados capitularon el 12 de julio de 1191.
La cruzada acababa de empezar, pero Felipe decidió abandonar. La muerte del conde de Flandes el 1 de junio de 1191 tras el asedio (que Felipe acababa de conocer) fue el motivo principal de su marcha, ya que la misma reabrió el problema de la sucesión flamenca. En el camino de vuelta, Felipe se detuvo en Roma, donde el Papa le autorizó a dejar la cruzada. El rey entró en París el 27 de diciembre de 1191. La crónica de ese viaje entre Roma y París es uno de los testimonios que se conservan de las vías romeas medievales.

La sucesión flamenca    

Esta fue la primera preocupación de Felipe Augusto a su retorno de las cruzadas. La muerte del conde de Flandes sin descendencia alguna provocó la codicia de tres pretendientes: Balduino V de Henao, conde de Henao, Eleonora de Vermandois, condesa de Beaumont y Felipe Augusto.

Finalmente, Balduino fue designado heredero de la corona del condado de Flandes tras pagar 5000 marcos de plata. No obstante, Felipe Augusto otorgó mediante un escrito de 1192 Valois y Vermandois a Eleonora, territorios que deberían ser devueltos al rey cuando ésta muriera. El rey se quedó con Péronne y Artois en nombre de su hijo, el príncipe heredero Luis (futuro Luis VIII de Francia), como heredero de la reina Isabel de Henao fallecida en 1190. Las posiciones reales del Norte quedaron, de esta manera, considerablemente reforzadas.
La cruzada albigense    

Desencadenada en 1208, la cruzada contra los heréticos albigenses volvió a enfrentar a Simón IV de Montfort, que dirigía la cruzada compuesta por los barones del Norte, y a Ramón VI de Tolosa conde de Tolosa, que apoyaba, secretamente, a los heréticos. Al mismo tiempo, Pedro II de Aragón que tenía puestas sus miras en la región, apoyó al conde de Toulouse antes de ser vencido y asesinado por Simón de Montfort en Muret, en 1213.

Después de la batalla de la Roche-aux-Moines, Luis el León partió, por primera vez, hacia el sur de Francia en abril de 1215 y ayudó a Simón de Montfort a consolidar sus posiciones. Este último, y de acuerdo con el papa Honorio III y Felipe Augusto fue nombrado conde de Toulouse. Pero la ciudad de Toulouse resistió el asedio que se prolongó durante largo tiempo y Simón murió en abril de 1218. El papa nombró a su hijo Amaury VI de Montfort como sucesor y encargó a Felipe Augusto una nueva expedición. Luis el León partió en mayo de 1219, y se reunió con Amaury en el asedio de Marmande donde sus habitantes fueron masacrados. Tras cuarenta días de hostilidades Luis regresó sin haber conseguido entrar en Toulouse. Una nueva expedición fue enviada por Felipe Augusto en 1221, dirigida, esta vez, por el obispo de Bourges y el conde de la Marche que no obtuvieron éxito alguno.

Ciertamente la envergadura de estas expediciones fue muy pobre. El empeño de Felipe Augusto por someter el Midi y poner fin a la herejía albigense, parece un tanto discutible. Fue necesario esperar el reinado de sus sucesores para dar por terminado el problema albigense.
Final del reinado    

Después de Bouvines, las operaciones militares se llevaron a cabo en Inglaterra o en el Midi. Todo el norte del Loira permanecía en paz gracias a la tregua firmada en Chinon en 1215, en principio por cinco años y prolongada en 1220 con la garantía del futuro Luis VIII, una asociación que significó el principio de la transición de Felipe Augusto a su hijo y heredero.

Si bien las conquistas por medio de las armas cesaron, Felipe Augusto fue incrementado su poder aprovechándose de las sucesiones problemáticas como, por ejemplo, el caso de Champaña con la sucesión de Teobaldo I de Navarra, que le permitió hacerse con su feudo. En algunos de estos casos el rey pudo, asimismo, recuperar distintas tierras, como: Issoudun, Bully, Clermont-en-Beauvaisis e incluso Poitiers.

La prosperidad del reino, cuando finalizaba el reinado de Felipe Augusto, era incuestionable. Se estima el excedente anual del Tesoro en 25.210 libras en noviembre de 1212. En esta misma fecha, el Tesoro real ascendía a 157.036 libras, es decir, más del 80% de la renta anual ordinaria global de la monarquía. El testamento de Felipe Augusto, redactado en septiembre de 1222, confirma estas cifras, dado que la suma de sus legados se elevaba a 790.000 libras. Este testamento fue redactado cuando el estado de salud de Felipe Augusto presagiaba su fallecimiento que se produciría diez meses más tarde.
Cuando Felipe Augusto se encontraba en Pacy decidió asistir, en contra de la opinión de los médicos, a la reunión eclesiástica que se organizó en París con motivo de la preparación de las nuevas cruzadas. No pudo soportar la fatiga del viaje y murió el 14 de julio de 1223 en Mantes. Su cuerpo fue llevado a París y los funerales fueron organizados de inmediato, en Saint Denis, celebrándose en presencia de todos los grandes del reino. Fue la primera vez en la que se enterró a un rey de Francia revestido con todas los símbolos de la realeza y con un rito solemne inspirado en los ritos de los reyes de Inglaterra.

El Legado    

Felipe Augusto fue inhumado en la Basílica de Saint-Denis, cerca de París, después de la reorganización de la necrópolis llevada a cabo por Felipe el Hermoso, su tumba fue situada en el centro, junto con la de su hijo Luis VIII a fin de simbolizar la unión entre las líneas merovingias (a la derecha) y capetiana (a la izquierda), según la idea original de Gilles de París. Como todas las tumbas de la necrópolis, la de Felipe Augusto fue violada por los revolucionarios en 1793.
Generalmente, la imagen de Felipe Augusto, tan celebrada por los cronistas de la época, ha permanecido, en gran parte, relegada por la figura de San Luis, convertido, (y por mucho tiempo), en el modelo real por excelencia desde finales del siglo XIII. A Felipe Augusto se le recuerda principalmente por la victoria de Bouvines que permanece en la memoria de la mitología nacional francesa gracias a la obra Grandes Chroniques de France, o bien, más tarde, por los libros escolares de la III República. La iglesia de Saint-Pierre de Bouvines, edificada en 1882, fue decorada entre 1887 y 1906 con veintiuna vidrieras en las que se detalla la famosa batalla.

Los demás signos del reinado de Felipe Augusto han ido desapareciendo progresivamente. Las murallas de Felipe Augusto subsisten en París como vestigios de su reinado, el Louvre medieval fue desmantelado e integrado en el museo en 1990. Sólo la estación del metro de París, Felipe Augusto, continúa conmemorando al vencedor de Bouvines.


Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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