jueves, 19 de diciembre de 2019

(71) Los Paulicianos

Secta dualista herética, derivada originalmente del Maniqueísmo

El origen del nombre Pauliciano es oscuro. Gibbon (Decadencia y Caída, LIV), dice que significa “discípulos de San Pablo”. (Focio, op. cit., II, 11; III, 10; VI, 4). Su veneración especial por el Apóstol y su costumbre de renombrar a sus líderes con los nombres de sus discípulos le dan visos de probabilidad a esta opinión. Por otra parte, la forma (Paulikianoi, no Paulianoi) es curiosa; y parece que el nombre fue usado sólo por sus oponentes que decían que eran seguidores de Pablo de Samosata (Conybeare, op. cit., CV). El lugar de nacimiento de su fundador evidentemente sugiere esto; pero no hay conexión entre sus doctrinas y las de él. Focio relata que una cierta mujer maniquea llamada Kallinike envió a sus dos hijos Pablo y Juan a Armenia a propagar esta herejía; el nombre es una corrupción de Pauloioannoi (Friedrich op. cit., I). Hoy se niega la existencia de tales personas. La más reciente autoridad, Ter-Mkrttschian (Die Paulicianer, 63), dice que el nombre es un diminutivo armenio y quiere decir “seguidores del pequeño Pablo”, pero no explica quién es el tal Pablito. Aparece por primera vez en las actas del sínodo armenio de Duin en 719, uno de cuyos cánones prohíbe que nadie pase la noche en la casa "de los malvados herejes poliquianos” (Ter-Mkrttschian, 62).


Historia

Constantino de Mananalis, que se llamaba a sí mismo Silvano, fundó la que parece ser la primera comunidad pauliciana en Kibossa, cerca de Colonia en Armenia. Comenzó a enseñar alrededor de 657. No escribió libros y enseñaba que el Nuevo Testamento tal como él lo presentaba (su “Evangelio y Apóstol”) debía ser el único texto usado por sus seguidores (Georgios Monachos, ed. Friedrich, 2). Los otros apóstoles paulicianos después de Constantino fueron Simeón (llamado Tito) enviado por el emperador Constantino Pogonato (668-85) a eliminar la secta pero que se convirtió a ella; Gegnesio (Timoteo), un armenio; José (Epafrodito); Zacarías que fue rechazado por muchos y llamado mercenario; Baanes; Sergio (Tíquico). Fundaron seis congregaciones en Armenia y Ponto a las que dieron nombres de las iglesias paulinas (Kibossa era “Macedonia” etc.).

Constantino-Silvano después de haber predicado durante veintisiete años y habiendo difundido su secta hasta la parte occidental de Asia Menor, fue arrestado por las autoridades imperiales (por Simeón) juzgado por herejía y lapidado. En 690 Simeón-Tito mismo se hizo pauliciano y fue ejecutado con muchos otros. La historia de estas gentes se divide entre sus persecuciones y sus propias peleas. El armenio Pablo (aunque algunos creen que dio su nombre a la secta) fundó una congregación en Episparis, en el distrito armenio de Fanaroea (murió cerca del año 715). Sus dos hijos Gegnesio-Timoteo y Teodoro luchaban por su sucesión. Gegnesio fue a Constantinopla en 717 y persuadió al emperador León III y al patriarca San Germano I de que era ortodoxo. Armado con un salvoconducto imperial volvió a Mananalis y logró deshacerse de la oposición de Teodoro. Después de su muerte, su hijo Zacarías (el mercenario) y su yerno José-Epafrodito se riñeron de nuevo y formaron partidos para pelearse por la sucesión. Zacarías perdió; muchos de ellos fueron destruidos por los sarracenos.

José (murió en 775) fundó comunidades por toda Asia Menor. Le siguió Baanes (Vahan; murió en 801). Con él la secta perdió adeptos e influencia. Pero un cierto Sergio-Tíquico, que organizó un nuevo cisma, reformó y fortaleció el movimiento en su partido. Los paulicianos eran ahora o baanitas (el grupo antiguo) o sergitas (la secta reformada). Sergio era un celoso propagador de la herejía; presumía de haber propagado su Evangelio “desde Oriente a Occidente, de norte a sur” (Petrus Siculus, "Historia Manichaeorum", op. cit., 45). Los sergitas lucharon contra sus rivales y casi los exterminaron. El gobierno imperial a veces los protegía y otras los perseguía. Constantino IV y más aún Justiniano II, los persiguieron cruelmente. 

El primer emperador iconoclasta (León III y sus sucesores) los protegieron; Conybeare dice que esos emperadores eran prácticamente paulicianos (op. cit.). Nicéforo I los toleró en correspondencia por sus servicios como soldados en Frigia y Licaonia. Miguel I comenzó de nuevo a perseguirlos y su sucesor León V, aunque iconoclasta, trató de refutar la acusación de que era pauliciano persiguiéndoles furiosamente. Por entonces un gran número se rebeló y se pasó a los sarracenos. Sergio fue asesinado en 835. Teodora, regente entonces por su hijo Miguel III, continuó la persecución; de ahí resultó una segunda rebelión bajo Karbeas, que guío a muchos de sus seguidores a través de las fronteras.
Estos paulicianos, ahora muy enemigos del imperio, animados por el califa, fortificaron la plaza llamada Tefrique y pusieron allí su cuartel general. Desde allí hacían continuas incursiones contra el imperio y desde ese momento forman un poder político, a ser contado entre los enemigos de Roma. Se oye continuamente sobre guerras contra los sarracenos, armenios y paulicianos. Bajo Basilio I el ejército pauliciano invadió Asia Menor hasta Éfeso y casi hasta la costa al otro lado de Constantinopla. Pero fueron derrotados y Basilio destruyó Tefrique en 871, con lo que terminó el poder militar de la secta. Mientras tanto, otros paulicianos, herejes pero no rebeldes, vivían en grupos por todo el imperio. Constantino V había trasladado a muchos de ellos a Tracia; Juan I Tzimisces envió muchos más al mismo lugar para que lo defendieran contra los eslavos. Fundaron un nuevo centro en Filipópolis, desde donde aterrorizaban a sus vecinos. Durante los siglos IX y X estos herejes ocuparon constantemente la atención del gobierno y de la Iglesia en Armenia, Asia Menor y Tracia. Los “selicianos”, convertidos por el patriarca Metodio I (842-46), eran paulicianos. Focio escribió contra ellos y se jacta en su Encíclica (866) de haber convertido a muchos de ellos. En Armenia la secta continuó en el "Thonraketzi" fundado por un tal Smbat en el siglo IX. Conybeare atribuye a este Smbat la obra "La Llave de la Verdad", la cual él editó. Acepta el Antiguo Testamento y los Sacramentos del Bautismo, Penitencia y Eucaristía. Especialmente esta obra ha convencido a muchos escritores de que los paulicianos eran gente maligna, aunque representa una etapa muy tardía de su historia y se discute si es realmente pauliciana. Constantino IX persuadió u obligó a muchos miles a renunciar a sus errores.

Al emperador Alexio Comneno se le atribuye el mérito de haber puesto fin a esta herejía. Durante una estancia en Filipópolis arguyó con ellos y los convirtió a todos o a casi todos, y volvieron a la Iglesia (así su hija: "Alexias", XV, 9). Desde este momento los paulicianos prácticamente desaparecen de la historia, pero dejaron huellas de su herejía. En Bulgaria la secta bogomila que duró toda la Edad Media y se extendió a Occidente en forma de cátaros, albigenses y otras herejías maniqueas, es una continuación del paulicianismo. En Armenia sectas similares o derivadas de ellos han llegado a nuestros días.
Había comunidades paulicianas en la parte de Armenia ocupada por Rusia después de la guerra de 1828-29. Conybeare publicó documentos muy curiosos de sus profesiones de fe y las disputas con el obispo gregoriano alrededor de 1837 (Llave de la verdad, XXIII-XXVIII). Es de estas disputas y de “La Llave de la Verdad” que él obtiene la impresión de que eran gentes religiosas y sencillas que mantenían una forma antigua (sc. adopcionismo) de cristianismo (ibid., introducción).

Doctrina

El punto cardinal de la herejía pauliciana es una distinción entre el Dios que hizo y gobierna el mundo material y el Dios del cielo que creó las almas, al único que se debe adorar. Consideraban mala a toda la materia, por lo tanto, parece obvio que hay que incluirlos entre las muchas sectas neo-maniqueas, a pesar de su propia negación y la de los escritores modernos (Ter-Mkrttschian, Conybeare, Adeney, loc. cit.; Harnack, "Lehrbuch der Dogmengeschicte", Tübingen, 1909, II, 528). Pero además hay un fuerte elemento marcionita. Rechazaban el Antiguo Testamento, no hay Encarnación, Cristo era un ángel enviado al mundo por Dios, y su verdadera madre era la Jerusalén celestial. Su obra consistía solamente en enseñar y creer en Él salva a los hombres del juicio. El verdadero bautismo y Eucaristía consiste en oír su palabra, como en Juan 4,10. Sin embargo, muchos paulicianos dejaban que sus hijos fueran bautizados por el clero católico. No honraban la cruz sino solo el libro del Evangelio. Eran iconoclastas, y rechazaban toda pintura. Su Biblia era un Nuevo Testamento fragmentario. Rechazaban las epístolas de San Pedro porque había negado a Cristo. Siempre se referían al “Evangelio y Apóstol”, aparentemente sólo San Lucas y San Pablo, aunque citaban otros Evangelios en las controversias.
Toda la jerarquía eclesiástica es mala, como también todos los sacramentos y el ritual. Tenían una aversión especial hacia los monjes. Su propia organización consistía en primer lugar en los fundadores de su secta en diversos lugares, que eran apóstoles y profetas. Tomaban nuevos nombres, los de la gente que mencionaba San Pablo, así Constantino se llamaba Silvano; aparentemente reclamaban que eran esas personas vueltas a la vida. Debajo de los apóstoles y los profetas estaban los “compañeros-trabajadores” (synechdemoi) que formaban un consejo, y los “notarios” (notarioi), que cuidaban de los libros santos y mantenían el orden en las reuniones. Sus conventículos no se llamaban iglesias, sino “casas de oración” (proseuchai). Mantenían que era legítimo ocultar y hasta negar sus ideas por miedo a la persecución; muchos de ellos vivían exteriormente como católicos. Su ideal era una comunión de fieles puramente espiritual que destruyera todas las distinciones raciales. Los enemigos les acusaban constantemente de graves inmoralidades, hasta en sus reuniones de oración. Uno de sus principales líderes, Baanes, parece haber adquirido como un reconocido sobrenombre el epíteto “sucio” (ho ryproz). No aceptaban para sí mismos otro apelativo que cristianos. Los católicos eran romanos (Romaioi), es decir, gente que obedecía al emperador romano, como los monofisitas llamaban a sus oponentes melquitas. Harnack los resume como “puritanos dualistas e individualistas” y como “un cristianismo anti-jerárquico construido sobre el Evangelio y Apóstol, que rechazaba enfáticamente el cristianismo católico (Dogmengeschichte, II 528).

Desde Gibbon, los paulicianos han sido descritos frecuentemente como sobrevivientes del primer y puro cristianismo, gente religiosa que se agarraba al Evangelio, que rechazaban supersticiones posteriores y que fueron groseramente calumniados por sus oponentes. Conybeare (op. cit.) piensa que eran una continuación de los adopcionistas. El Dr. Adeney los llama “en muchos aspectos protestantes antes del protestantismo” (Las Iglesias Griegas y Orientales, 219). Esta idea indica que la secta ha encontrado entre escritores modernos más interés y simpatía que la que merece.


Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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